
No entendía esa fascinación de los medios de comunicación por un personaje como Edmundo Chirinos. Mientras yo crecía el hombre aparecía frecuentemente en entrevistas de prensa y televisión, pero algo en él me parecía repulsivo. No sé si sus maneras, su hablar o las ideas que expresaba. No, no me gustaba.
Este tercer año de Derecho lo comencé accidentado, pasaban tantas cosas de este lado de la pantalla y además, seis materias para ver a distancia. Yo confieso que sufrí bastante con Derecho Penal, mucho me costó entender la diferencia entre cárcel, presidio, prisión -no, no son sinónimos- y aquellas teorías del crimen y el castigo me resultaban una tortura. Mis notas no reflejan esa dificultad de aprendizaje, me enfoqué tanto en captar la esencia y finalmente lo logré. Al descargar mi horario de materias leo "Medicina Legal", eso para mí significaba una sola cosa: fajarme a estudiar a ver si entendía. Penal no era un buen presagio.
Medicina Legal no resultó difícil de comprender, sino un reto para mi imaginación. Mi querida imaginación iba a jugarmela sucio esta vez. Cada guía era como una visita guiada a los rincones más obscuros de la mente humana, así no solo imaginaba los colores descritos, sino que comenzaba a sentir dolores físicos viendo las imágenes de cadáveres decapitados, la forma de heridas punzo cortantes y era, como si mi propia piel se cortara. Lloraba con la guía. A veces lloraba tanto con la guía que no era capaz de abrir el examen. Tenía pesadillas.
Pensé en eliminar las imágenes del material de estudio -porque seguro era eso lo que me predisponía- pero una amiga me dijo "Ni se te ocurra, en el examen ponen la foto". !Oh cielos! Necesito sobreponerme a esto. Pedí auxilio en mi cuenta twitter y salieron en mi ayuda la Dra. Mónica Fernández y mi amiga Mariela Molina. Mónica me sugería apagar la imaginación, utilizar un peluche para estudiar, desapegarme del cadáver. Mariela, tuvo la santa paciencia de ayudarme a repasar las lecciones en twitter. Resume en 140 caracteres eso, tu puedes. Así comencé a usar el tag #MedicinaLegal para ayudarme a estudiar. Las nauseas continuaban al imaginarme cadáveres, vidas perdidas. Impacto del daño que podían causarse los seres humanos entre sí.
Una tarde la guía dice "Accidentes de Tránsito" y practiqué aquello de "desapegarme". Fue, para mí el momento más esclarecedor de la materia, porque me hablaba de algo que me podía ocurrir, como peatón, como conductor. Sobre todo como conductora. Leo atropellamiento, veo las fases del arrastramiento, lo que ocurre con la persona, dónde quedan las marcas, cuáles son las fracturas posibles, qué ocurre con la carrocería del auto. Presento el examen, y veo: 20 puntos. Esa misma semana hablo con tío Numa, me cuenta de una estrategia para estafa que utilizan ahora en Maracay. Un tipo en una moto, frente al Ambulatorio del Norte te dice que le atropellaste al niño. Un niño sin un rasguño, sin un sucio de asfalto, con una supuesta fractura. Te sacan 700 bolívares en una tarde. Cuando tío me describe la escena y dice: "Todo el tiempo tuve el carro parado en la intersección. No sé de donde salió ese tipo". Le pregunto: "Bueno tío, si tu presuntamente atropellaste al infante y lo arrastraste con un vehículo de más de 3 toneladas, dime ¿qué hacía ese niño vivo?".
El examen parcial de Medicina Legal se acerca, estudio con ahínco. No dejo de llorar, ni de sentirme mal imaginandome lo que puede vivir una persona al ser agredida de tal manera, qué se siente morir. Publican "Sangre en el diván" de Ibéyise Pacheco y quiero leerlo, pero hay que estudiar primero. Queda pendiente, en la larga lista de los libros por leer. Llego con lluvia a la noche del examen, después de un accidentado camino desde Maracay hasta Mérida. Lo primero que noto en la evaluación es la ausencia de fotos, luego que todos los conceptos los conocía y respondí veloz, sin una lágrima. No me imaginé nada. La nota, supera mis expectativas: 16 puntos de 20.
Finaliza la temporada de exámenes y me dedico a leer. Llega la hora de entrarle a "Sangre en el diván" En la primera parte del libro sigo siendo yo, imaginando. ¿Qué habría hecho en esa situación? Me resulta todo muy emocional y paso de la rabia al dolor, momentos intensos de frustración. A veces estoy tentada a tirarlo, continuo leyendo.
El cuerpo fue descubierto en Parque Caiza, recuerdo el caso. Entonces, ocurre algo sorprendente. Comienzo a adelantarme a la narración. Imagino, que con el calor de la zona se aceleró la descomposición del cuerpo. Las emanaciones putrefactas van a delatar la ubicación. Un detalle, el zarcillo. ¿Lo fotografiaron? ¿Recogieron muestras de la zona de liberación del cadáver? No, no hicieron nada de eso. Un cadáver sin nombre, seguro que va a identificación dactilar -y por eso le cortan las manos- temo imprecisiones en la autopsia. Los venezolanos sabemos que un lunes por la mañana la morgue de Bello Monte, en Caracas, es la cosa más horrible que existe. Este cuerpo lo analizaron en el piso, corriendo. Exhumación segura, pensé.
Investigan a Chirinos. Utilizan luminol, y me imagino la obscuridad y luego la reacción de la sangre contando a los investigadores lo que no puede decir la víctima. Eso lo limpiaron, claro, pero la sangre continua ahí, en el diván. Es consecuencia de un tratamiento de electroshock, alegan. ¿Tanta sangre? Imposible. El ADN confirma la presencia de Roxana en el lugar, es su sangre.
La defensa alega que las fracturas en el cráneo de la víctima fueron causadas en la autopsia. La fiscalía dice que son pre mortem. Si son pre mortem, entonces hay marcas de sangre en el hueso, pienso. A seguidas el texto narra la exhumación. Repaso mentalmente el proceso de las exhumaciones, la orden judicial para hacerlo, el equipo de patólogos necesarios, la notificación a la autoridad sanitaria. Eso no está en el libro, es lo aprendido. Examinan in situ el cuerpo, sin dudar a dudas hay sangre en el hueso, la fractura es pre-mortem. Se evidencia la hemorragia epidural causante del deceso.
Cada página del libro se convierte en una confirmación de lo aprendido, se siente extraño estar leyendo como un paso adelante. Elaboro teorías, y ahora con rigor científico me pregunto ¿Qué debió hacerse? ¿Cómo superará la fiscalía este escollo? ¿Qué ocurre con el cómplice necesario? Se van concatenando hechos, conocimientos y entonces Derecho Penal se vuelve otra cosa más compleja, más interesante. Sí, el terreno es lúgubre, la descripción es cruda, tanto como en mis guías. Desaparecen las lágrimas.
Termino de leer, afuera las chicharras en el jardín me atormentan, imagino al fantasma de la víctima atormentando a Chirinos.
Este tercer año de Derecho lo comencé accidentado, pasaban tantas cosas de este lado de la pantalla y además, seis materias para ver a distancia. Yo confieso que sufrí bastante con Derecho Penal, mucho me costó entender la diferencia entre cárcel, presidio, prisión -no, no son sinónimos- y aquellas teorías del crimen y el castigo me resultaban una tortura. Mis notas no reflejan esa dificultad de aprendizaje, me enfoqué tanto en captar la esencia y finalmente lo logré. Al descargar mi horario de materias leo "Medicina Legal", eso para mí significaba una sola cosa: fajarme a estudiar a ver si entendía. Penal no era un buen presagio.
Medicina Legal no resultó difícil de comprender, sino un reto para mi imaginación. Mi querida imaginación iba a jugarmela sucio esta vez. Cada guía era como una visita guiada a los rincones más obscuros de la mente humana, así no solo imaginaba los colores descritos, sino que comenzaba a sentir dolores físicos viendo las imágenes de cadáveres decapitados, la forma de heridas punzo cortantes y era, como si mi propia piel se cortara. Lloraba con la guía. A veces lloraba tanto con la guía que no era capaz de abrir el examen. Tenía pesadillas.
Pensé en eliminar las imágenes del material de estudio -porque seguro era eso lo que me predisponía- pero una amiga me dijo "Ni se te ocurra, en el examen ponen la foto". !Oh cielos! Necesito sobreponerme a esto. Pedí auxilio en mi cuenta twitter y salieron en mi ayuda la Dra. Mónica Fernández y mi amiga Mariela Molina. Mónica me sugería apagar la imaginación, utilizar un peluche para estudiar, desapegarme del cadáver. Mariela, tuvo la santa paciencia de ayudarme a repasar las lecciones en twitter. Resume en 140 caracteres eso, tu puedes. Así comencé a usar el tag #MedicinaLegal para ayudarme a estudiar. Las nauseas continuaban al imaginarme cadáveres, vidas perdidas. Impacto del daño que podían causarse los seres humanos entre sí.
Una tarde la guía dice "Accidentes de Tránsito" y practiqué aquello de "desapegarme". Fue, para mí el momento más esclarecedor de la materia, porque me hablaba de algo que me podía ocurrir, como peatón, como conductor. Sobre todo como conductora. Leo atropellamiento, veo las fases del arrastramiento, lo que ocurre con la persona, dónde quedan las marcas, cuáles son las fracturas posibles, qué ocurre con la carrocería del auto. Presento el examen, y veo: 20 puntos. Esa misma semana hablo con tío Numa, me cuenta de una estrategia para estafa que utilizan ahora en Maracay. Un tipo en una moto, frente al Ambulatorio del Norte te dice que le atropellaste al niño. Un niño sin un rasguño, sin un sucio de asfalto, con una supuesta fractura. Te sacan 700 bolívares en una tarde. Cuando tío me describe la escena y dice: "Todo el tiempo tuve el carro parado en la intersección. No sé de donde salió ese tipo". Le pregunto: "Bueno tío, si tu presuntamente atropellaste al infante y lo arrastraste con un vehículo de más de 3 toneladas, dime ¿qué hacía ese niño vivo?".
El examen parcial de Medicina Legal se acerca, estudio con ahínco. No dejo de llorar, ni de sentirme mal imaginandome lo que puede vivir una persona al ser agredida de tal manera, qué se siente morir. Publican "Sangre en el diván" de Ibéyise Pacheco y quiero leerlo, pero hay que estudiar primero. Queda pendiente, en la larga lista de los libros por leer. Llego con lluvia a la noche del examen, después de un accidentado camino desde Maracay hasta Mérida. Lo primero que noto en la evaluación es la ausencia de fotos, luego que todos los conceptos los conocía y respondí veloz, sin una lágrima. No me imaginé nada. La nota, supera mis expectativas: 16 puntos de 20.
Finaliza la temporada de exámenes y me dedico a leer. Llega la hora de entrarle a "Sangre en el diván" En la primera parte del libro sigo siendo yo, imaginando. ¿Qué habría hecho en esa situación? Me resulta todo muy emocional y paso de la rabia al dolor, momentos intensos de frustración. A veces estoy tentada a tirarlo, continuo leyendo.
El cuerpo fue descubierto en Parque Caiza, recuerdo el caso. Entonces, ocurre algo sorprendente. Comienzo a adelantarme a la narración. Imagino, que con el calor de la zona se aceleró la descomposición del cuerpo. Las emanaciones putrefactas van a delatar la ubicación. Un detalle, el zarcillo. ¿Lo fotografiaron? ¿Recogieron muestras de la zona de liberación del cadáver? No, no hicieron nada de eso. Un cadáver sin nombre, seguro que va a identificación dactilar -y por eso le cortan las manos- temo imprecisiones en la autopsia. Los venezolanos sabemos que un lunes por la mañana la morgue de Bello Monte, en Caracas, es la cosa más horrible que existe. Este cuerpo lo analizaron en el piso, corriendo. Exhumación segura, pensé.
Investigan a Chirinos. Utilizan luminol, y me imagino la obscuridad y luego la reacción de la sangre contando a los investigadores lo que no puede decir la víctima. Eso lo limpiaron, claro, pero la sangre continua ahí, en el diván. Es consecuencia de un tratamiento de electroshock, alegan. ¿Tanta sangre? Imposible. El ADN confirma la presencia de Roxana en el lugar, es su sangre.
La defensa alega que las fracturas en el cráneo de la víctima fueron causadas en la autopsia. La fiscalía dice que son pre mortem. Si son pre mortem, entonces hay marcas de sangre en el hueso, pienso. A seguidas el texto narra la exhumación. Repaso mentalmente el proceso de las exhumaciones, la orden judicial para hacerlo, el equipo de patólogos necesarios, la notificación a la autoridad sanitaria. Eso no está en el libro, es lo aprendido. Examinan in situ el cuerpo, sin dudar a dudas hay sangre en el hueso, la fractura es pre-mortem. Se evidencia la hemorragia epidural causante del deceso.
Cada página del libro se convierte en una confirmación de lo aprendido, se siente extraño estar leyendo como un paso adelante. Elaboro teorías, y ahora con rigor científico me pregunto ¿Qué debió hacerse? ¿Cómo superará la fiscalía este escollo? ¿Qué ocurre con el cómplice necesario? Se van concatenando hechos, conocimientos y entonces Derecho Penal se vuelve otra cosa más compleja, más interesante. Sí, el terreno es lúgubre, la descripción es cruda, tanto como en mis guías. Desaparecen las lágrimas.
Termino de leer, afuera las chicharras en el jardín me atormentan, imagino al fantasma de la víctima atormentando a Chirinos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los blogs se alimentan de comentarios, gracias por dejar tu grano de letras en el mío.
Un abrazo,
Mariela